400 Balas
―Antes de nada, quiero dejar claro que
esto no es personal, es un encargo.
―Yo también he escrito mucho por
encargo.
Se hizo un silencio. El hombre que
estaba de pie carraspeó, el que estaba sentado se miraba los zapatos.
―¿Por qué?―preguntó.
El otro se encogió de hombros.
―La verdad es que nunca lo pregunto.
Me limito a hacer mi trabajo.
―Tal vez es por algo que he dicho o
escrito, pero ignoro lo que pueda ser. Supongo que no vale la pena darle más
vueltas.
―Es lo que yo digo siempre.
El hombre que estaba sentado hizo una
mueca, que poco a poco se transformó en una sonrisa.
―Me han entrado ganas de fumar. Es
curioso, porque dejé de fumar hace años y hasta hoy no me habían vuelto.
El hombre que estaba de pie llevó las
manos al interior del amplio abrigo que llevaba puesto. Sacó un paquete de
cigarrillos y se lo ofreció al otro.
―Creo que ofrecerle un cigarrillo es
lo menos que puedo hacer.
―Es usted muy amable.
El que estaba de pie frunció los
labios y se encogió de hombros antes de encender el cigarrillo. Miró el mechero
antes de guardarlo, mientras el otro dio dos hondas caladas.
―No crea que para mí es fácil. Puede
que sea uno de sus más grandes admiradores.
―No me diga.
―En nuestra profesión uno pasa mucho
tiempo solo, sin hacer nada. 400 Balas me salvó la vida. Todo aquello
del asesino a sueldo que lee el Hagakure y practica el zen me sirvió
para entender que he acumulado mucho mal karma, así que desde entonces dono
parte de mis honorarios a causas benéficas y ayudo en comedores sociales.
―Podría corregir parte de ese mal
karma dejándome ir.
―No soy un hombre libre, estoy
sometido a disciplina. También soy un hombre de palabra.
―Ya veo.
―Querría pedirle un favor. Entiendo
que no quiera hacérmelo.
―No, adelante, de perdidos al río.
El que estaba de pie volvió a llevar
las manos al interior del abrigo. Esta vez sacó un libro. Se lo tendió al otro.
―¿Podría dedicármelo?
―Cómo no. Imagino que no podrá decirme
su nombre. Ya me lo imaginaba.
Abrió el libro y escribió algo en la
primera página.
―”Para un hombre de palabra”. Gracias.
El otro hizo un saludo con la cabeza.
―Hay poco más que hacer ¿No?
―Será mejor que se de la vuelta.
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