así empieza lo malo, javier marías (alfaguara, 2014)
Ahora que todo el mundo habla de la última novela de Javier Marías yo voy a hablar de la
antepenúltima, lo que es un inconveniente de vivir en un mundo con más libros que días -unos
70000 por cada 365, según las estadísticas- y de ser un lector errático y sin programas. De
todos modos, tratándose de Marías, tanto da la última como la antepenúltima. Empezamos.
Los coches de fórmula 1 tienen distintas configuraciones o mapas del motor. No sólo regulan la
pureza del combustible, sino la relación de marchas o par motor y la entrega de potencia. El
que su usa para clasificación, que algunos equipos llaman con guasa party mode, sería el que
hace ir al coche más rápido y desbocado. Hay otros muchos tipos, pero el que me interesa
comentar ahora es el que se emplea para un relevo largo, entre dos entradas en boxes, y que
algunos equipos llaman save fuel. Todo esto me sirve para decir que Marías tiene un party
mode, que es el que escribe los artículos, por lo general calmosamente airados, civilizadas
diatribas contra políticos, organismos públicos y ciclistas, y un modo save fuel que es el que
escribe las novelas y que es el que me interesa, porque las carreras no se ganan a una vuelta,
sino construyendo todas y cada una de las vueltas.
Tiene la prosa novelesca de Marías un ritmo, una cadencia, un discurrir de gran río en su curso
medio, al atravesar una ciudad noble, bella y populosa, al tiempo que describe un elegante y
muy apropiado meandro. Puede decirse de ella que es impasible, porque no es dada a los
golpes de efecto ni a las revelaciones, no apremia al lector, más aún, de tanto en tanto lo
sujeta un poco por el hombro para que reflexione, o para volver a mostrarle una imagen, o una
cita de Shakespeare, o para que haga memoria de una historia que ya le ha contado y que
ahora, justo ahora, es necesario que se refresque para mejor proseguir lo que se está
contando, para que cobre todo el sentido que él ha querido darle. Tiene así algo de mantra,
diría más: es hipnótica. No olvidaré nunca haber leído Todas las almas con fiebre y el efecto
opiáceo, hashídico, de las palabras, de la voz que en ningún momento calla y cuenta, ya que
casi siempre se trata de un narrador en primera persona, estando más o menos implicado en
lo que pasó y se narra, testigo que no quiere saber, pero ha sabido, y que cuenta, pero duda si
algo puede contarse sin deformarlo.
Si para Modiano lo que pasó a la vez ha desaparecido, pero sigue sucediendo, para Marías
nada en verdad ha pasado o es imposible saber si ha pasado y a la vez quedan sus huellas en el
presente, Si para Modiano lo que inicia la indagación de sus personajes es el olvido, para
Marías es el rumor, el tratar de discernir si es cierto o no, pero es algo que se nos muestra
desde el principio como imposible. El narrador de Marías no es Sherlock Holmes, que ya sabe
casi todo lo que ha pasado nada más ver sus huellas, y tampoco es Philip Marlowe, que a partir
de esas huellas se jugará la cabeza y, más importante, la licencia, para descubrir la verdad.
Juan De Vere, el narrador de esta novela, es un joven atildado que en 1980 entra a trabajar
como secretario del director de cine Eduardo Muriel, casado con una todavía muy atractiva
Beatriz Noguera. Al poco de empezar en su puesto de trabajo, Muriel le encarga que averigüe
si algo que le han contado sobre un amigo de la familia, el Doctor Van Vechten, es cierto. A la
vez, el narrador observa que Muriel desprecia y castiga a su aun muy atractiva mujer, cosa que
le llama la atención y le hace ponerse a investigar por su cuenta. En un momento, las
investigaciones se cruzan y si de una no puede decir nada, de la otra es dispensado por Muriel
de decir. Al final, lo que se plantea, y es otra diferencia con Modiano, es que lo que pasó, por
malo que fuese, en algún momento tiene que cesar y olvidarse, no podemos empeñarnos en el
recuerdo.
De todos modos, la anécdota narrativa es mucho menos importante que esa construcción
única que es la prosa de Marías, que incluso le sirve para mostrar un monólogo interior del
narrador en pleno coito, no como Joyce tratando de imitar el pensamiento, sino trayendo ese
pensamiento fragmentado o incluso ofuscado del momento a ese edificio único que atraviesa
toda su obra. He dicho al principio que el modo motor que prefiero de Marías es el de save
fuel. Esto es porque no es fácil hacer vueltas igual de rápidas una tras otra. Un fórmula 1 es tan
delicado como un violín o un piano. Cualquier variación altera su rendimiento. El distinto peso
del combustible, el progresivo desgaste de los neumáticos, incluso la cantidad de goma en el
asfalto hacen que ninguna vuelta sea igual que otra. Sólo los mejores consiguen que a pesar de
todo eso las vueltas sean iguales. Marías no se imita nunca a sí mismo ni se parodia, no se
concede un segundo de distracción, como no puede hacerlo un piloto. Es más: consigue
imponer su pilotaje novela tras novela, en cualquier situación y bajo cualquier circunstancia.
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