marguerite y el mar

 

A los dieciocho años compré El amante de la China del Norte, de Margarite Duras por un elevado propósito: sabía que habían hecho una adaptación al cine y todo el mundo hablaba de su voltaje erótico. Lo que encontré me sorprendió tanto que pensé que me había equivocado de novela y que tal vez la película adaptaba otra novela de Duras que se titulaba El amante. Me quedé de piedra al comprobar que en ella la autora explicaba lo mismo que en la otra, pero de distinta manera. Era muy joven como para darme cuenta de lo que significaba eso.

Mucho tiempo después, ya con mujer e hijos, de vacaciones en Francia, compré en un Hyper U otro libro de Duras, Une barrage contre le Pacifique y me volvía a encontrar con la misma historia de la adolescente, la madre y el amante chino, pero aquí también se narraba de manera distinta; los hechos eran algo distintos y de nuevo se explicaban de otra manera. Tenía además la particularidad de haber sido escrita treinta y cuarenta años antes de las otras dos, respectivamente. No sé si por leerla en francés, o por estar de vacaciones, o por la edad, pero fue entonces cuando me enamoré de Marguerite Duras. Su prosa parecía brillar, estar cargada de electricidad estática.

¿Cuál era esa historia? La de una familia francesa en Indochina, con el padre muerto y dueña de una concesión que el Pacífico inunda seis meses al año y la historia de amor de la hija adolescente con un joven chino, hijo de un hombre muy rico. Al escribir y rescribir esta historia Duras hace lo mismo que Modiano y Marsé y lo hace a partir del mismo material: la memoria y la historia familiar.

Ahora que se habla tanto de auto ficción, Duras lo hacía antes y lo hacía mejor. Partiendo de una mayor novelización en lo que se considera su primera obra maestra, ese dique contra el Pacífico, hasta la forma más abierta, más híbrida, más ella, de las otras dos. La historia es la de unos blancos venidos a menos en un contexto colonial, parecida a la de la familia de Jean Rhys, pero con otros detalles. Los padres de Duras, funcionarios del Ministerio de las Colonias, se trasladan a Indochina, donde Marguerite nacerá en 1914. Con el tiempo, el padre enferma de cáncer y decide volver a Francia; la madre no le seguirá. Se quedará a vivir en Indochina, donde es engañada con una concesión estéril y tendrá que dar clases de francés y tocar el piano en un cine para sacar adelante a sus tres hijos. Duras la describirá siempre en sus novelas como una loca, una furia, una fuerza de la naturaleza capaz de oponerse al océano.

En 1932, a los dieciocho años, Duras se larga a Francia y estudia Derecho, Matemáticas y Ciencias Políticas, trabaja como secretaria en el Ministerio de las Colonias durante seis años. En 1939 se casa con Robert Antelme, con el que tiene un hijo que muere en 1942, año en el que conoce a su amante, Dionys Mascolo, con el que tendría otro hijo. Durante la guerra entra en La Resistencia, su grupo es emboscado y su marido capturado y enviado a Dachau. Una vez liberado y a pesar de querer el divorcio, Duras se quedará un año junto a él para cuidarlo.

También durante la guerra empieza su carrera literaria, que no destaca hasta que en 1950 publica el citado Un dique contra el Pacífico. El mismo año publica El marinero de Gibraltar y en 1953, Los caballitos de Tarquinia. Son los años en los que reinan Sartre y De Beauvoir. Sartre siempre le dirá que escribe mal y De Beauvoir que no la entiende, que es incomprensible. Eso es porque Marguerite Duras es libre e indomable; como su madre, ella es una fuerza de la naturaleza, una marea que crece imparable, que arrastra todo con ella y siembra las playas con los más diversos restos arrancados al temporal. Se la encuadra en el Nouveau roman por la época y por su incursión en el guion cinematográfico a partir de Hiroshima mon amor, que es por supuesto un guion tan sui generis como su autora.

Como un río caudaloso en plena crecida su cauce se desbordará no sólo en el guion de cine, sino que acabará dirigiendo ella misma sus películas, además de poner en marcha una obra teatral que será premiada por la Academia Francesa con el Gran Premio del teatro en 1983; es más, las novelas y relatos pasan a ser películas, las películas se convierten en obras de teatro, las obras de teatro acaban por transformarse en novelas. Proteica como el océano que anegaba y secaba los campos de su madre. Marguerite Duras escribe a pesar de todo, del dolor, del desamor, de la vejez, del alcohol, de un cierto silencio del mundo cultural. Sus historias están llenas de mujeres que luchan por ser libres para amar, desear y crear, que son declaradas culpables y que son castigadas por ello y la autora no se cansa de denunciar eso, de decir que no se puede castigar a ninguna mujer sólo por sus ansias de vivir.

Murió en 1996. Su obra sigue como un mar con una poderosa corriente de fondo, cada uno de sus relatos, películas y obras de teatro como una obstinada ola empeñada en llevarse por delante cualquier dique, cualquier barrera.



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