Triste, solitario y final, de Osvaldo Soriano.
Hace
unos años escribí un relato en el que homenajeaba a Raymond Chandler y
utilizaba a Philip Marlowe como protagonista: recibía el encargo de buscar a la
hermana desaparecida de un par de habitantes del cinturón de la
Biblia , y la fotografía que le daban para
buscarla era la de Ava Gardner. Tiempo después, descubrí estupefacto que un
periodista argentino, Osvaldo Soriano, había escrito una novela en la que
Philip Marlowe era contratado por Stan Laurel para que averiguara por qué ya
nadie lo llamaba. Para hacer más interesante la coincidencia, se publicó en
1973, año de mi nacimiento. O sea, que siento una evidente simpatía por esta
novela de Soriano, pero creo que sus méritos van más allá de mis simpatías.
La
novela empieza cuando Stan Laurel y Charlie Chaplin llegan a los Estados Unidos
enrolados en la misma troupe
y en esta escena Soriano ya introduce el tal vez tema mayor de la novela: los
ganadores y los perdedores. Una elipsis de unos cincuenta años nos lleva a
acompañar a Stan Laurel a la oficina de Philip Marlowe tratando de averiguar
por qué ya nadie cuenta con él para hacer películas. Al principio, Marlowe se
muestra renuente a aceptar el caso, pero se lo piensa mejor y se pone a
investigar, empezando por preguntarle a John Wayne, que fue el último que le
dió un papel en el cine a Oliver Hardy, el inseparable compañero de Laurel. En
casa de Wayne, Marlowe recibe una paliza: una de las muchas que va a
recibir durante la novela y que se queda en el terreno entre la realidad y la
ficción, puesto que es filmada y será utilizada en una película del oeste.
Otra
elipse de varios años nos lleva a acompañar a Marlowe a visitar la tumba de
Stan Laurel y encontrarse allí con Osvaldo Soriano, un periodista argentino que
pretende escribir un libro sobre los héroes de su infancia: el Gordo y el
Flaco. Marlowe adopta a Soriano, se lo lleva a su casa y se lanza con él a
investigar por qué Hollywood le hizo el vacío al Flaco, incluso sus discípulos
Dick Van Dyke y Jerry Lewis. La peripecia de Marlowe y Soriano por Los Ángeles
y California, envueltos en palizas, tiroteos, persecuciones y situaciones del
todo absurdas, junto con el detalle de que los villanos son ni más ni menos que
Van Dyke, Wayne, James Stewart, Dean Martin y el villano supremo Charlie
Chaplin nos acercan el relato tanto a los mismos Gordo y Flaco en sus desastrosas
aventuras como a Don Quijote y Sancho Panza en su primera salida. Por el medio,
se cruza una historia turbia con una rubia y un marido celoso que es el cabo
suelto que tanto gustaba a Chandler.
Pero
si muchas veces nos reímos, esa risa casi siempre se congela y nos hace sentir
la amargura de la derrota, la soledad y la muerte, casi tanto como el
chandleriano final de Soriano y Marlowe jugando al ajedrez mientras esperan la
llegada de la policía. Una pequeña delicia y un descubrimiento y, en mi caso, algo
muy cercano a lo que yo pretendía, hace unos años, escribiendo un nuevo viejo
relato del bueno de Marlowe.
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